No puedo quererle, pues quererle implicaría entregar una parte de mí:
una parte de mi ya incompleto y defectuoso corazón.
No puedo quererle, porque inevitablemente esperaría que él me quisiese de vuelta
y quizás el destino no me otorgue esa suerte.
No puedo quererle, porque no me permito ceder ante las emociones
aunque a veces sea inevitable que estas tomen las riendas.
No puedo quererle, pues me volvería frágil y débil,
y él podría romperme si así él lo quisiese.
No puedo quererle, porque mis pensamientos dejarían de estar bajo mi control,
mi felicidad y mi pena dependerían de alguien más.
No puedo depender.
Y por eso, yo no le puedo querer.
